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Reflexiones de una francesista perpleja

Actualizado: 11 feb


La tour Eiffel s'effondre sur un drapeau madrilène
La tour Eiffel s'effondre sur un drapeau madrilène



En el momento de empezar a escribir estas líneas, tomo conciencia de que desde hace ya casi cincuenta años mantengo una relación intensa con la lengua y la cultura francesa y francófona. Y este es el caso de muchos de los colegas de profesión y estudiantes que he tenido la suerte de tratar hasta el día de hoy. Pues bien, con esta doble experiencia de antigua alumna y de profesora, he asistido con mayor o menor implicación directa a los avatares y evolución de la enseñanza de los Estudios Franceses en España dentro de los diferentes niveles educativos.


Mi generación fue de las últimas que, en Primaria y Secundaria, solo estudiaba francés como lengua extranjera, antes de que, a partir de los 80, la impartición de la lengua inglesa fuera ganando terrero hasta conseguir el monopolio de la llamada Primera Lengua Extranjera en los programas docentes. La evolución de las pautas socio-económicas y culturales así lo ha justificado, nos dicen. No seré yo quien discuta frontalmente esta circunstancia que se ha convertido en un lugar común dentro y fuera de las esferas educativas.

A finales de los 70, como estudiante de la entonces vigente Filología Francesa, pude disfrutar de unos estudios que permitían profundizar en todos los aspectos necesarios para conocer una lengua y una cultura diferente a la propia, que ha acabado por convertirse en una segunda identidad que enriquece plenamente a la que me es nativa.


Desde este mestizaje de experiencias lingüísticas y socioculturales abordo día a día mi ser y mi estar personal y profesional, como muchos y muchas de los que podéis estar leyendo estas líneas. Por mi parte, son ya unas cuantas décadas intentando comunicar estas vivencias en las aulas universitarias y, en estos momentos, me duele confesaros que esta empresa se ha hecho cada vez más complicada. La reducción de horas y contenidos contemplados en las estructuras docentes implantadas por la revolución del Plan Bolonia, han perjudicado notablemente a unos estudios que, como muchas disciplinas del ámbito de las Humanidades y de las Ciencias Sociales, se enriquecen con la profundización y el diálogo con otros saberes.


Sin embargo, no quisiera poner el foco en esa reducción «a lo piel de zapa» de tiempo y conocimiento. También se ha implantado el sistema Bolonia en otros países de nuestro entorno donde el equivalente a nuestros Estudios franceses tiene mejor suerte —Italia, sin ir más lejos—. Con estas líneas quiero hacer especial hincapié en el perjuicio —espero y deseo que no sea irreversible— que sufren las mal llamadas Segundas Lenguas Extranjeras derivado de la situación que ocupan los desarrollos curriculares de Primaria y Secundaria.


Esta situación desfavorable surge al verse relegadas, en la mayoría de los centros públicos de las Regiones autónomas, a un Grupo de asignaturas optativas que todos los años conocen una situación de competencia mutua para asegurarse tener alumnos que justifiquen su impartición. Lo anterior describe una situación que, en el mejor de los casos, se traduce en conseguir un aumento fluctuante de horas de optatividad, según las decisiones de las autoridades educativas.


Para justificar esta circunstancia de menosprecio e inestabilidad se invocan argumentos de «cruda realidad» —«el francés/lo francés ya no es lo que era», «con el inglés se va a todas partes»— a los que podríamos, por otra parte, oponer otros argumentos también de «cruda realidad»: precisamente la evolución de los tiempos sociopolíticos, lingüísticos y verdaderamente culturales llevarían a conceder al estudio de la lengua francesa un papel relevante en el tablero geopolítico y de relaciones profesionales y creativas. La evolución y el progreso implican la condición plurilingüe para los ciudadanos de este milenio. Este papel relevante que subrayo debería concretarse en incluir el estudio del francés y de las otras (mal) denominadas Segundas Lenguas Extranjeras como asignaturas OBLIGATORIAS en la etapa que se juzgue más conveniente por los especialistas educativos.


Las razones que sustentarían este cambio fundamental en los programas de Primaria y Secundaria se le imponen al estudiante nada más salir de las aulas. La proyección social, cultural y económica que proporciona conocer otra lengua extranjera además del inglés debe de ser importante cuando esos mismos centros escolares y las AMPAS la incluyen en sus actividades extraescolares, o las familias inscriben a sus hijos en otros centros externos que la imparten, cuando no es el colegio mismo —centro privado o concertado generalmente— quien hace de la segunda lengua extranjera una optativa preferente. Por algo será.


Y no hablo de las experiencia que me es más cercana, al observar cómo los estudiantes universitarios se ven obligados a acelerar su aprendizaje de las mismas en el momento en que, por ejemplo, necesitan trabajar con bibliografía o sitografía no traducidas al español —sí, también se investiga en estas (mal) llamadas Segundas Lenguas Extranjeras, y no sólo en inglés—. O cuando se plantean realizar una estancia Erasmus, o Grados o Másteres internacionales en los países de esas (mal) llamadas Segundas Lenguas Extranjeras. Y también es posible que esos mismos estudiantes, acabada la etapa universitaria, quieran o se vean abocados a desarrollar un futuro profesional en esos países de las (mal) llamadas Segundas Lenguas Extranjeras, es una situación creciente en profesiones como las sanitarias, en cuyo día a día el inglés no basta o no sirve.


Pues bien, todas estas evidencias que he constatado en tantos años de profesión se dan de bruces con unas leyes educativas autonómicas y nacionales que les han dado la espalda. En efecto, los contenidos legislativos parecen haberse puesto de acuerdo en estas décadas para restar protagonismo a la enseñanza de la lengua francesa en todas las etapas educativas y la han sometido al pairo de decisiones cambiantes y absurdas— v.g. el Decretazo de la CAM en 2019—. Pues bien, desde mi situación actual de perplejidad, me pregunto: ¿cuándo será posible acabar con el desfase existente entre esa realidad ciudadana, dinámica, global, interactiva que he descrito y las decisiones que se toman en los despachos de las Consejerías de Educación?


Llego al final de esta reflexión. La reivindicación central que la sustenta es la necesidad de hacer OBLIGATORIO el estudio de varias lenguas extranjeras, al menos en la segunda etapa de Primaria y en todas las de la enseñanza media. No ha sido otro el argumento que las federaciones y asociaciones de profesorado de estas lenguas han estado defendiendo repetidamente ante los representantes políticos competentes que, en el mejor de los casos, tras escucharlo, han concedido pequeños avances en una reivindicación que ya es urgente. Ante lo conseguido hasta ahora con el esfuerzo de los implicados, en los departamentos universitarios, se está trabajando en reformas de planes de estudios que buscan actualizarse y formar con mayor profundidad a los, por otra parte, cada vez más escasos estudiantes que eligen este tipo de estudios.


Frente al silencio y la inoperatividad de algunos, los francesistas no nos desanimamos. Seguimos insistiendo en la necesidad para todos y todas de conocer y poder dialogar en diversas lenguas extranjeras —no sólo en una— así como en la enorme rentabilidad humana y profesional de ser plurilingües.


No queda otra. No nos queda otra.



Dra. Marisa Guerrero Alonso

Sección de Estudios Franceses (ERFITel)

Universidad Complutense de Madrid


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