Veo al niño hablar francés y me parece que escucho un susurro musical, un dulce canto, un grito a la esperanza. Y es que ese grito o canto va acompañado de un sueño: visitar la Torre Eiffel. Llegar hasta el centro de París y contemplar su estructura, maravillarse con su altura, disfrutar de noche de su iluminación, que me recuerda inevitablemente a la luz del saber, o de las ganas de saber, de entender, de aproximarse a ese faro que parece lejano pero al que podemos acercarnos poco a poco con una buena nave y un buen capitán a bordo. Votre ticket, s'il vous plaît. Vous montez par les escaliers ou dans l'ascenseur, madame ? en effet, il y a un restaurant au dernier étage avec les meilleures vues sur Paris. Profitez bien de votre visite, madame.
Alimento sus sueños (el viaje en avión, la subida hasta el cielo, las palabras de antes, durante y después); le pregunto qué le diría a la Torre Eiffel cuando estuviera en su cima, qué le diría al mundo desde allí, y espero que cuando llegue ese momento pueda hacerlo en un francés perfecto porque ese canto o grito o susurro sería parte del sueño. J'adore les glaces. Merci, mon petit. Ton papa est là ? mama aussi ? Tu es adorable. Au revoir, mon petit.
La cultura es interés y es entendimiento. No hay nada más necesario en nuestros días. Ponerse en la lengua de otros. Je te comprends et je me mets à ta place, mon petit. Je te comprends même quand tu ne parles pas. Je me mets à ta langue. Y tú?
Ana Belén Martínez
Profesora de Secundaria de Lengua Castellana y estudiante de Francés
Instagram: @la.de.lengua